El orgullo de un pueblo




El extenso territorio de lo que hoy es el municipio de la Villa de San Bartolomé de Tirajana, era hasta bien entrado el siglo XX un amplio condado donde vivían agricultores, algunos pescadores, pastores y aparceros del tomate. Un núcleo rural que ha crecido vertiginosamente y que arrastra una singular historia.

Durante la etapa aborigen más próxima, La Comarca de “Los Tirajanas” (hoy municipios de San Bartolomé y Santa Lucia) se integraban en el reino de Telde, regido por un monarca llamado Guanarteme. Las circunstancias que concurren en esta comarca donde se unen lo áspero y quebrado del territorio con la altitud, la convirtió en zona de abrigo, donde los antiguos canarios se cobijaban en circunstancias de peligro. Así en la etapa de la conquista de Gran Canaria con los castellanos, Tirajana desempeñó un importante papel a lo largo de las operaciones bélicas.

En Agosto de 1479 una importante expedición militar dirigida por el Obispo Juan de Frías y el Capitán Pedro Hernández Cabrón, sufre un serio descalabro en los alrededores de la Caldera, por obra de los indómitos aborígenes tirajaneros. Los castellanos experimentan cuantiosas pérdidas humanas y heridos; por lo que se hace necesaria una retirada. Casualmente, la batalla se produjo un 24 de agosto, Festividad de San Bartolomé, cuya protección invocaron los soldados en su derrota. Este es el motivo del culto y devoción al apóstol y del copatronazgo sobre la Villa.

Los castellanos realizaron tres incursiones más sin éxito, obligándoles en cada una ellas a emprender la retirada. En 1484 la suerte de la isla estaba decidida, prácticamente se encontraba bajo el dominio de la Corona de Castilla. Sin embargo, no fue una hazaña bélica la que venció a los canarios, sino una estratagema de los castellanos preparada para desmoralizar a los indígenas, arrebatándoles sus ganados y quemando sus cosechas, lo que les llevó a la victoria.

Acorralados, los aborígenes, se guarecieron en la Fortaleza de Ansite, último bastión de la independencia. Los isleños diezmados por la superioridad de las armas y abatidos por la miseria y el hambre, capitularon el 16 de marzo de 1485. La Conquista había terminado.


Durante la hispanización, la isla experimentó una extraordinaria metamorfosis, constituyéndose una administración, una economía sólida, y una nueva sociedad. Durante los años imperiales la isla de Gran Canaria sucumbió durante tres largos siglos a las distintas amenazas y ataques de corsarios y piratas, encabezados por Sir Francis Drake y Pieter van Der Does, corría el año 1599.

En Tirajana, y ya finalizada la Conquista, tubo lugar el reparto de tierras y agua que iniciaron el nuevo poblamiento de la Caldera con caseríos que surgieron de las explotaciones agrícolas, ganaderas y azucareras. La costa, pobre en aguas y vulnerable a incursiones de los piratas, permaneció prácticamente desierta hasta mediados del siglo XIX. En el año 1960 comenzó un insipiente desarrollo turístico que en pocas décadas hizo del municipio uno de los principales destinos internacionales de esta industria.